La forma en la que enfrentas a la muerte es la forma en la que enfrentas a la vida
Es cierto que existen muchos aspectos de la vida que escapan a nuestro control pero también es cierto que sólo hay un aspecto que siempre depende de nosotros y es la forma en la que enfrentamos todos esos acontecimientos que se nos presentan en el día con día y la manera en que respondemos a ellos; la respuesta siempre es nuestra.
En la vida, nunca se logra lo que uno desea… y sólo se logra lo que uno decide!
Vivimos en un paradigma erróneo, que nos sugiere que la gran mayoría de las cosas de nuestra vida están fuera de nosotros y que de una u otra forma somos víctimas de las circunstancias y nos tenemos que proteger, nos tenemos que defender y tenemos que prepararnos para luchar arduamente para apenas lograr un limitado bienestar pero siempre con el temor de que los riesgos y las amenazas están al acecho y en cualquier momento nos pueden robar nuestra alegría, nuestra paz.
Pensamos que esto no tiene por qué ser así y que efectivamente todo depende de una decisión; una decisión que tal vez no es fácil tomar, porque en ese momento dejamos de ser víctimas y nos hacemos responsables, sin tener ya a quien culpar por lo que no suceda.
Asimismo, por el hecho de tomar esa decisión, no solamente ejercemos nuestra auténtica libertad sino que también la declaramos; y ciertamente, es cuestión de una decisión: vivir más no sobrevivir. De no contar las horas, los días y las noches en pasividad y sumisión, sino conectándonos con el Cósmico y creando nuestros propios espacios de existencia y apropiándonos en conciencia de lo que realmente nos pertenece: nuestra propia realización y felicidad.
Y suena sorprendente el pensar que simplemente es cuestión de decidir y saber que tenemos derecho a todo lo bueno de la vida pero que también es cierto que la vida nos demanda nuestra entrega, nuestra pasión, nuestra convicción.
“Es pues la fe, la convicción de lo que se espera y no se ve; por la fe fue creado el universo, de tal manera que lo que se ve, fue creado de lo que no se ve… “
Hebreos 11:1
Tenemos pues que recordar como ver no con los ojos físicos sino con el corazón para poder crear el mundo que posteriormente habremos de vivir. Es una actitud, una mirada particular de amor, de entrega y de pasión. Es una postura que las filosofías ancestrales nos proponen que debemos de adoptar durante todos los días de nuestra vida e inclusive hasta el momento en que nos toque partir.
Es ciertamente un hecho de que todos habremos de morir y es igualmente cierto que no todos estamos viviendo;
Vivir y sobrevivir no son sinónimos, porque en uno la determinación y entrega es total mientras que en el otro solamente hay pasividad, apatía y una sensación de estar a la deriva.
Existe un proverbio budista que reza: “… planea tu vida como si fueras a vivir eternamente y vive tu vida como si fueras a vivir solamente el día de hoy… “
Qué mejor manera de representar estas reflexiones a través de la poesía; en espacio-tiempos distintos; dos poetas representan de una manera elocuente lo que aquí comentamos; que estas ideas sean nuestra estrella polar y nuestra brújula durante todos los días de nuestra vida y así, cuando llegue nuestro momento, tal vez tengamos derecho a recordar las palabras de Amado Nervo:
“ Vida… nada te debo, Vida… estamos en paz “
No te Salves
Mario Benedetti
No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados pesados como juicios
no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo
pero si pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
No entres dócilmente en esa buena noche
Dylan Thomas
No entres dócilmente en esa buena noche,
Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.
Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.
Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y tú, padre mío, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz